Trayecto: Tarragona - Viladecans
Distancia recorrida: 83 km
Tiempo circulando: 6:25 horas
Velocidad media: 15 km/h
Tiempo: Sol y nubes
Mi última etapa… ¿cómo me sentía? Contento pero triste por estar llegando al final.
Una felicidad enorme de estar recorriendo la costa mediterránea que me vio nacer, una melancolía de saber que ese viaje estaba a un solo día de poner el punto y final.
Una emoción enorme de poder ver ese mismo día a muchos de mis amigos que se pusieron de acuerdo para organizarme una bienvenida en Viladecans, con apartamento incluido, y sí, una pena empañada de una sonrisa de la tranquilidad cuando pensaba en que era la última vez que tendría que espabilarme para tirar adelante en mi bicicleta, mi ánimo , mi sueño… aunque en esta ocasión el único punto que podía tener de estrés era en las costas del Garraf, lugar a la vez mágico que contenía unos maravillosos recuerdos de juventud.
Os dejo mi recorrido de esta última gran etapa y os cuento donde comí y donde lo pasé mejor y peor, en esta última etapa con sentimientos contrapuestos: https://goo.gl/maps/SaYNHCZTe7U2
Mi comida fue cerca de Calafell, otro lugar para mi especial ya que muchos veranos habíamos pasado unos días en casa de Irene, una amiga de mi madre. Por otro lado mi etapa bordeando el mar me dio otro sentimiento distinto al antes comentado, un sentimiento de tranquilidad y sosiego, ya que el azul oscuro de ese mar tan plano y del que me he bañado millones de veces siempre me había hecho sentir de manera fantástica, tanto mis días de socorrista trabajando en la playa, como cuando era pequeño jugaba torpe y patoso con las olas del mar.
Siguiendo mi ruta y pasando Sitges llegaron las susodichas costas del Garraf. En un reportaje se dice esto de las costas:
No es la más exigente ni la más espectacular. Tampoco la más conocida entre los ciclistas. No es ni mucho menos la menos transitada o la más segura. Puede incluso parecer la más estresante con tanto camión desprendiendo polvo de su carga extraída de las canteras y los camiones circulando a todo gas para sumar viajes y ganarse así el jornal. Las costas (no cuestas) del Garraf, como se conoce a la carretera que une Castelldefels con Sitges, forman parte de la vida de todo ciclista que viva al sur de Barcelona. Apenas 11 kilómetros atravesando el macizo del Garraf. El punto más alto “La Maladona” y los más bajos la cementera de Vallcarca y el pueblo de Garraf. Curvas cerradas y cortas rectas junto a acantilados que producen vértigo cuanto intentas miras hacia abajo para ver la claridad del mar que te acompaña en todo su recorrido, es lo más característico de este trayecto.
Simple, ¿verdad? Pues no. Os aseguro que esta carretera tiene sus mitos, leyendas y por descontado la estima de todos los que hemos crecido literalmente en ella.
Cuentan que Poblet se entrenaba simulando las carreteras de la Liguria y sus “capos” previos a la Cipressa y Poggio en las costas del Garraf, siempre el mismo olor Mediterráneo que le acompañaba en la Vía Roma de San Remo, siempre el mismo sol calentando los muros de roca para que el invierno se convirtiese en primavera, aunque sólo fuese por 11 kilómetros.
Sin embargo, el rey de las costas no era Poblet ni tampoco Ángel Edo. En mi época de juvenil el más famoso y temido era un joven modelo de Sitges, que en las tardes de verano se entretenía retando a todos los ciclistas que íbamos o veníamos. Su técnica consistía en pedalear hasta el cruce de la Ermita de la Trinitat y esperar paciente hasta que avistaba a un grupo o bien un ciclista. Recuerdo verlo de lejos a pecho descubierto para tostarse del sol y pensar “ahora me va a tocar picarme con este de nuevo.” Llegaba el momento y “el Rey de las costas” se ponía a dar pedales con sus zapatillas de tenis y su bici en acero como si en ese momento le fuera la vida en ello. Todo un mito de aquellos años en los que la autopista alternativa a las costas de Garraf ya existía; pero su peaje, era y ha seguido siendo, caro. Lo que significaba que el tráfico era intenso, el asfalto estaba desgastado y la línea discontinua permitía los adelantamientos. Vamos, que pocos se libraban de algún susto. Yo viví algunos en persona como la vez que bajando La Maladona dirección Sitges, mientras un coche me adelantaba otro intentó adelantarle a la vez, ignorando que la anchura no daba mucho de sí y se dejó todo el lateral del coche en la quita miedos. O peor aún, un día de lluvia en el que a una conductora se le fue el coche en el puente de la autopista llevándose a un ciclista por delante y cayendo la bici de éste en medio de la C-32. Ese hombre volvió a nacer ese día.
Por suerte todo eso ha cambiado y ya no es una carretera tan peligrosa. Ya no se puede adelantar y se han sustituido la quita miedos por unos muros de hormigón, algo más altos y los coches ya no corren. Se resignan a circular sin prisas.
Las costas son ahora más seguras para ir en bicicleta y, aunque hay otras alternativas, es la ruta elegida por la mayoría. Si sales pronto por la mañana, te encontrarás a jubilados madrugadores, siempre los mismos y el mismo recorrido. Me atrevería a decir que el momento con más vida es al mediodía cuando la gente hace la pausa en el trabajo y sale a entrenar. Todos en sus “grupetas” que muchas veces terminan juntándose y otras picándose como en los tiempos de “El Rey de las Costas”, pero con algo más de deportividad, por llamarlo de alguna manera.
Son ya unos cuantos años entrenando por la zona. Desde que era un crío y a pesar de renegar algunas veces del tráfico y los camiones, siempre termino en las costas del Garraf. Será una relación amor-odio o más bien no. Creo que en el fondo la siento como parte de mi ciclismo y no entendería este deporte sin las costas del Garraf. Principio y fin de casi todas mis salidas. Testigo de mis entrenamientos. Cómplice de mis victorias y de mis derrotas. Siempre iguales y distintas. Siempre inspiradoras. Las costas, siempre mi preferida.
Juan Antonio Flecha
Para seguir con mí historia, ya pasadas las costas del Garraf en la que iba muchísimas veces con Pau, un amigo de la infancia y que sin pudor nos bañábamos en pleno invierno en una cala llamada Morisca que aún hoy sigue ofreciendo un lugar idílico en comparación a las playas de Barcelona.
Con este mismo amigo y ya en Viladecans nos pudimos dar un fuerte y sentido abrazo en el que también se estrecharon los lazos de una vida entera recuperando su esencia en ese mismo instante. Más tarde y con la chimenea de la terraza a punto de salir humo llegaron los demás y no por eso peores amigos, Jordi Córdoba, Alba MAluenda, Ariadna Roca y finalizando por sorpresa Francesc y su esposa Natalia. Para finalizar y para cuando ya teníamos el asado en marcha llegaron Manel (Chino) y la esposa de Pau, Vita.
Todos juntos elevamos las copas a lo más alto casi tocando el cielo y las estrellamos entre las nuestras con mucha emoción y felicidad para continuar comiendo ese delicioso asado del que, con buenos amigos, se disfrutaba mucho más.
Etiqueta: La vuelta al mundo
09 / 09 / 16