Trayecto: Boquete - Bugaba
Distancia recorrida: 72 km
Tiempo circulando: 5:28 horas
Velocidad media: 16 km/h
Tiempo: Sol, nubes, tormentas repentinas
Noche cerrada con multitud de estrellas, pedaleo continuo en la subida empinada de 7 kilómetros en 45 minutos. Llegué a la base donde ya tenía que dejar la bicicleta a causa del camino de montaña. Até la bici al lado de la caseta del guardabosque y encaré el trekking poco a poco con linterna y sin pausas para llegar antes del amanecer. Muchas piedras y una pista intransitable me retrasaron un poco; pero, aún así, el esfuerzo de la subida que empezó a 1100 metros hasta los 3490 metros en 5 horas valió la pena. Me senté con el frio de la altura y el cuerpo empapado del sudor en uno de los picos desde el cual empecé a ver el espectáculo.
El sol floreció encima de unas nubes que inundaban el valle y la sensación de estar por encima del cielo se acrecentó. El horizonte, poco a poco, se contagió de un color rosado amarillento y mi cámara, que echaba humo, mientras yo me congelaba de frio. Al rato de estar sentado contemplando tal belleza un par de montañeros se sumaron a la fiesta y me mostraron el camino con un poco de escalada que llevaba hasta el punto más alto de la montaña, en este caso, también de Panamá. A 3500 metros se empezaba a ver todos los puntos del mapa, el océano atlántico, Caribe, y el océano Pacífico.
Aunque estaba congelado y mis manos empezaban a perder sensibilidad a causa de las innumerables fotos que iba sacando mi mente estaba entusiasmada y mi corazón contento de vivir ese momento tan especial, con el añadido de tener a un par de fotógrafos para mí y así inmortalizar de todas las maneras posibles ese instante.
Hay gente que va a misa a rezar pensando que es la casa de Dios y pocos se han dado cuenta, que si buscas a Dios, es mejor subir una montaña como esta y abrir bien los ojos. Para mí no hay nada más sagrado que la naturaleza y contemplando ese paisaje me reafirmo en venerar a tal inmensidad que sin duda me devuelve la vida y, más concretamente, me devuelve la energía depositada para la subida.
Con un millón de fotos de todo tipo y con todo mi cuerpo radiante de energía empecé la bajada. Está vez no la hice solo, mis dos amigos montañeros se apuntaron, después de que el vigilante de las antenas nos invitara a un café.
Bajamos corriendo para que las rodillas no se cargaran demasiado y, si a la subida había visto tan sólo oscuridad, ahora era un mundo vivo y lleno de luz y colores, verde con flores, plantas, aves y todo un mundo que contemplar en esa bajada que, de vez en cuando, parábamos para gozarlo.
A las dos horas, fíjate que diferencia de tiempo comparado con la subida, llegué a la base donde agarré la bici me despedí de mis nuevos amigos prometiéndoles que pediría algún taxi que les bajara. Otra vez en un momento me planté en el hostal habiendo pedido ese taxi para mis amigos. Desayuné pasta instantánea que había comprado el día anterior y salí a rodar, un poco más tarde de lo esperado.
Empecé el recorriendo volviendo sobre mis pasos del día anterior; pero esta vez de bajada mucho más feliz y, si no hubiera sido por la tormenta que pilló de pleno, aún lo hubiera sido más. Unas horas y algo de humedad vi algo que en mi vida había visto antes: vi como la lluvia caía mientras la misma agua caída se elevaba como humo convirtiéndose en vapor y formando así una sauna de vapor de lo más rara y calentita
De pasada comí algo en un restaurante y seguí pasando a toda prisa David, la ciudad que ya había pasado el día anterior. Seguí pedaleando y cuando la tuve otra vez el sol que, después de la tormenta, había salido volvió a empezar a relampaguear y a tronar. Incluso uno de los numerosos rayos me cayó justo al lado asustándome y acelerando como podía la marcha. Después otro algo más lejos y por fin otro, ya más lejos, me relajaron un pelín hasta que, después de 2 horas, la lluvia dejó de martirizarme.
Antes de anochecer llegué a Bugaba. Ya sólo faltaban 28 kilómetros para llegar a la frontera con lo que pregunté por los bomberos en esa misma ciudad esperando a descansar de todo mi esfuerzo depositado desde las 23 horas del día anterior y me aceptaron sin ningún problema.
Una vez con un tejado donde mi tienda tenía que estar seca, los amables bomberos de la estación me mostraron un baño donde poder ducharme y sacarme la ropa mojada. Antes de eso una de las bomberas, que me habían invitado a pasar la noche allí, me invitó a tomar un tentempié de arroz con pollo. El más rico que, hasta la fecha, había comido, con gaseosa tropical.
Con todas las cosas arregladas y con el estómago con más hambre me preparé en la cocina del cuartel pasta con quinua y, junto a Richard que compartimos comida, acabé charlando sobre el partido que Panamá jugaba contra Jamaica. Al irme a dormir desde mi tienda escuché hasta dos goooooooooool de Richard emocionado con su selección.
Etiqueta: La vuelta al mundo
13 / 11 / 15