Tiempo: Sol, nubes y lluvia
Ahora si, 4 días en alta mar han sido suficientes para llegar a Panamá. Más concretamente a Puerto Bello ,y aunque no han sido tal y como me imaginaba, me ha gustado mucho y no dudaría de repetirlo, pero con alguna pastilla contra el mareo.
Esta experiencia terminó de la mejor manera posible: paseando con el barco al lado de las verdes colinas de Panamá. Con un buen desayuno, a base de cereales, me relajé sentado a babor del barco donde sonría, tanto por pisar definitivamente un nuevo país como por todo lo vivido estos días mágicos.
Aunque al día le costó arrancar por culpa de las espesas nubes que ocultaban al sol. A nosotros no nos costó nada salir del barco a todo motor despidiéndonos del velero que nos había conseguido llevar hasta aquí, de la pequeña Telma, la esposa del capitán: Teresa y la de empezar con los tramites del sellado del pasaporte.
Apoyamos los dos pies en tierra panameña. En un pueblo que antaño había sido cuartel de los piratas y respiramos finalmente el puro aire que emanaba ese paraíso. Parecía que ya todo estaba en orden y sólo faltaba el sencillo paso de sellar el pasaporte. Aún así hubo un momento en el que el taxi que nos tenía que llevar a Sabanita a dejar los pasaportes se demoraba más de lo normal. Por suerte, al cabo de 30 minutos más de lo prometido, apareció nos tranquilizamos un poco. Junto a Víctor y Lorenzo nos plantamos en el destino, marcado con el primer contacto con un panameño. Hablador, gracioso pero nada contemplativo en pedir el dinero.
A la llegada a Sabanita nos esperaba el capitán Fabio junto al señor que nos tenía que tramitar los pasaportes. Tuvimos que pagar 25 $ por el registro. Avanzando pasos solo teníamos que esperar y aprovechamos para comer: arroz con pollo bastante horrible y mucho más caro de lo que podía costar en Colombia.
Pasaron las horas de espera en el restaurante hasta que por fin los pasaportes llegaron, sanos y salvos hasta nuestros bolsillos, con hasta seis meses de posibilidad de estar en el país. Ya con ese elemento indispensable para viajar en nuestro poder nos despedimos de Fabio con un abrazo y salimos bajo la lluvia hacia Panamá City.
Muchas luces nos esperaban en esa gran ciudad y sin imaginarme que en el hostel donde nos alojamos tenía que empezar mi historia en Panamá. El happy hour que nos ofrecía el hostal Lunas Castle a 50 céntimos de dólar la cerveza, nos envolvió en un primer contacto con el buen ambiente que se vivía en esta ciudad. Conocí a Benedetta, una chica italiana muy maja con la que paseé entre las calles del casco antiguo de la ciudad, el día antes a la fiesta de la Independencia.
Etiqueta: La vuelta al mundo
09 / 11 / 15