Tiempo: Sol y nubes
Nubes sobre nuestras cabezas, amenaza de lluvia, pero aún así debía ir a buscar el transporte para cruzar de Colombia a Panamá.
¿Porqué no lo cruzaba por tierra con la bicicleta?
Pues miren, entre estos dos países se encuentra el famoso tapón de Darien, una zona aparentemente intransitable de selva y pantano, donde no hay puentes ni carreteras, convirtiéndose en el único corte de la ruta Panamericana. Es por eso que, para hacer el paso de Sudamérica a Centroamérica, tengo que explorar nuevas opciones.
La opción que más me apetece es por mar y se basa en coger un barco desde Cartagena hasta Panamá City. Aunque antes esa opción era sencilla y aparentemente económica gracias a un ferry que conectaba las dos ciudades, a partir de abril la suprimieron por falta de recursos económicos y ahora sólo quedan los veleros que hacen tours por el Caribe y van girando entre esas dos ciudades. Pero hay que decir que esa opción es algo costosa ya que piden hasta 550$
Entonces... como mi presupuesto es limitado y ya llevo dos añitos viajando por el mundo debía mirar de abaratarlo de alguna manera y lo primero fue ir con José hasta el puerto de Cartagena para ver si había alguna opción real de encontrar a algún barco o capitán que me diera la oportunidad de trabajar o bien economizar costos para simplemente cruzar esa parte tan espinosa de mi trayectoria hacia centro América.
Para llegar hasta el puerto intentamos coger un autobús pero en ese día se nos resistía... Estuvimos más de media hora esperando y, sabiendo que hoy era festivo y con la idea de que algunas líneas estuvieran paradas, agarramos un taxi que entre los dos salía algo más caro; pero igual que haciendo conexiones. Tuvimos suerte porque en el momento de subirnos al taxi empezó a llover y justo cuando nos dejaron en el muelle paró.
Una vez allí preguntamos al portero para que nos informara mínimamente sobre el tema. Nos comentó que ahí no teníamos muchas opciones de encontrar barcos y recomendaba que fuéramos hasta el centro para preguntar a las empresas especializadas, hostales y tours y después de discutir y preguntar más opciones por lo que preferimos seguir sus consejos.
En el centro empezamos a preguntar en un hostal que directamente nos envió a la madre de todos los yates: Blue Sailing. Con una pequeña esperanza llegamos a esa tienda. Había una chica muy simpática en el mostrador. Esperamos un rato hasta que nos pudo atender, de lo ajetreada que estaba. Una vez iniciada la charla le explicamos la situación y nos mostró una opción que me alegró profundamente, un capitán requería de un cocinero en un barco que salía el mismo miércoles. Muy contento por la noticia esperamos a que Laurel, que así se llamaba ella, se pusiera en contacto con el capitán. Pocos minutos después la charla entre los dos acabo en negativa, con lo que todo mi gozo en un pozo hasta nueva orden ya que ella nos prometió que intentaría hablar con él más tarde para tratar de convencerlo.
Dimos alguna otra vuelta por la zona sin más suerte que la de sentarnos en un restaurante para almorzar menú barato y bueno de carne picada para José e hígado encebollado para mí. Eso si, la sopa y el jugo, no podía faltar en la comida.
Una vez finalizamos este sencillo pero nutritivo almuerzo, era hora de romper el stress después de no conseguir una respuesta positiva en mi gestión. Así que decidimos ir a playa que, entre otras cosas, era la primera vez que iba a sentir las cálidas aguas del Caribe abrazar mi cuerpo. ¡Qué emoción!
Camino a la playa pude ver desde otra perspectiva el casco antiguo de Cartagena. Mi anterior visita lo había hecho de noche y ahora no podía perder la oportunidad de hacer unas buenas fotos durante el recorrido mientras charlaba con mi compañero José. Fueron momentos de sentimientos encontrados; la alegría de estar por primera vez contemplando el Caribe y la tristeza de no tener una ruta cierta para cruzar a Centroamérica. José, quien se ha involucrado en esta historia, pudo ver y escuchar mi descontento. Sin dejarme dominar por los nervios tuve oportunidad de enseñarle que aunque no todo había salido mal siempre hay esperanzas de encontrar alguna solución.
Finalmente llegamos a Bocagrande para disfrutar el resto del día. Un barrio moderno, con mucha infraestructura hotelera y algo agitado por la cantidad de visitantes. Entre ellos puede ver muchas personas locales que, en familia o en pareja, disfrutaban de una tarde soleada. Había muchos vendedores ambulantes. La oferta de productos era variada, desde una simple cerveza hasta un masaje hecho por una característica mujer negra. Intempestivamente un hombre que pasaba intentando venderme un ceviche, me regaló una ostra que preparó frente a mis ojos. ¿Qué más podía pedir? Mi visita al Caribe colombiano me tenía preparado un coctel de bienvenida. Entre la variedad del paisaje nos sentamos cómodamente frente a mi ilusión, convertida en realidad, pude contemplar muy buen paisaje, charlando plácidamente y sintiendo el vaivén del mar al meterme por primera vez en esas aguas que un día estuvieron infestadas de piratas.
Para terminar la tarde, nos sentamos en un espolón o rompeolas, bregando capturar buenas imágenes del primer atardecer caribeño frente a mis ojos; Así que lo contemplé profundamente, disfrutando del contraste entre lo moderno y lo histórico que ofrece la famosa ciudad fantástica de Colombia como lo menciona Carlos Vives en su canción ó el corralito de piedras, como es conocida entre las esferas más populares. Seguidamente atravesamos el centro histórico para tomar un bus, que nunca conseguimos, repitiéndose la historia al iniciar el día. Por fortuna estaba con un local que conoce los recovecos de la ciudad y me llevó a un punto donde conseguimos el transporte para regresar a casa y continuar buscando el barco caribeño que espero conseguir para continuar esta emocionante travesía.
Etiqueta: La vuelta al mundo
02 / 11 / 15