Trayecto: San Cayetano - Cartagena
Distancia recorrida: 70 km
Tiempo circulando: 4:36 horas
Velocidad media: 15 km/h
Tiempo: Sol, nubes y de nuevo ninguna tormenta tropical
El miedo se presenta de diferentes formas y con diferentes consecuencias. En la noche de halloween y, ya en la ciudad de Cartagena, se vive de una manera especial; pero voy a empezar por contar como llegué hasta Cartagena y todo lo que sucedió antes de llegar hasta la noche de halloween.
Lo primero, en los primeros rayos de luz, me di cuenta de que el hotel donde me dejaron acampar en el día anterior estaba ubicado en un entorno realmente precioso. Alucinando saqué unas fotos mientras me regalaban, con mucha amabilidad, una taza de tinto y, con esa última acción de hospitalidad, me despedí de las dos grandes mujeres que del estadero y Chicharronada San Cayetano. Me dieron un lugar donde pasar la noche de forma segura y entretenida. Era dia que amenazaba calentar de lo lindo. No paré hasta un peaje para comprar unos diabolines para acompañar el desayuno a mi bebida a base de barra de guayaba que Gloria, en Bogotá, me había dado un tiempo atrás. Los diablines son unas bolas hechas de yuca con queso. Estaban deliciosas y la señora del hotel donde pasé la noche anterior me recomendó probar.
Otra de las recomendaciones fue parar en el poblado de Arjona para probar las arepas rellenas de huevo con carne de doña Minga, famosa en la región por tener las mejores y más sabrosas arepas de ese tipo.
Ya continuando el camino con muchísimo calor y pidiendo agua con hielo a todo el establecimiento con el que me cruzaba y teniendo la mente puesta en Cartagena para descansar fui restando los kilómetros y, pasando Turbaco, la última ciudad antes de Cartagena, ya la vi de lejos en lo alto del cerro en el que también podía apreciar el Caribe... menuda ilusión me hizo y así con ese subidón, o bajón, por la pendiente hasta Cartagena recorrí esos últimos kilómetros.
Igualmente aun tenía que llegar hasta la casa de José, un couchsurfer que me había ofrecido un lugar donde dormir al igual que intercambiar culturas e impresiones sobre el mundo y la vida. Para llegar hasta su casa me dejó un enlace en el WhatsApp y desde ahí lo busqué en el GPS offline de mi teléfono, aunque prefería no usarlo por seguridad y preguntar mejor a la gente. Entre esos dos sistemas acabé llegando a su puerta donde esperé un rato hasta que apareció en un coche repleto de material de construcción. Él me conoció de primeras y nos saludamos educadamente mientras me decía donde dejar la bicicleta. Después de eso ya le eché una mano transportando ese material que debía entrar en casa.
Acto seguido me metí en la ducha para salir con un par de kilos menos de mierda. Ya limpio, la prima de José, que vivía junto a él con su hija, me preparó un almuerzo de campeonato para llenarme de buenísima comida. Son estas las cosas que uno más valora por todo el esfuerzo y hambre acumulado del viaje.
Con todo hecho y con todo por hacer José me sacó de casa para visitar el centro histórico de Cartagena, ya por la noche.
La primera impresión... el autobús que iba al centro decorado con leds y amenizado con música, auténticamente costeña, tenía como conductor un Fernando Alonso volado que me recordaba a los buses de Pokhara, Nepal, conduciendo como un loco, acelerando y frenando cono si fuera la fórmula 1, fue espectacular y, para espectacular, la llegada al centro. El casco antiguo, de nuevo en una ciudad, me dio la sensación de estar en un lugar mágico ya que las casualidades brotaban sin cesar. Una de ellas fue que al llegar a la plaza San Diego, una placita auténticamente Cartagenera, donde nos encontramos a Magdà Estrada, una fotógrafa viajera de la cual José me había estado contando su historia pocas horas antes. Ella usaba una técnica de impresión de sus fotos en lienzo y nos saludó con una energía bien especial.
Estuvimos charlando un rato contándonos un poco las vidas y, entre otras cosas, nos contó que daba clases para los chicos de la universidad de bellas artes. Aprovechó para preguntarme si el martes podía pasar por la universidad y contar mi historia a sus chicos, con lo que acepté encantado.
Seguimos José y yo nuestro tour por el centro histórico y llegamos a otra de las zonas que me pareció mágica: la zona amurallada que separó Cartagena de los invasores y piratas típicos del Caribe. Digo mágica porque, al rato de pasear y mientras sacábamos unas cuantas fotos, unos fuegos artificiales espléndidos surcaron el cielo explotando con sus luces de colores los cielos de la ciudad. Una emoción de querer captar el momento me embargó y sentí que ese era un momento irrepetible en este viaje.
La felicidad se desbordaba dentro de mí; pero, aunque los fuegos artificiales ya se habían disipado llevándose la pólvora quemada por el viento la noche, seguía creciendo. Luego pasamos por otras plazas repletas de colores, detalles coloniales y un montón de gente disfrazada de halloween que teníamos ya encima.
Plaza de San Pedro, plaza de la aduana, hasta terminar en la plaza de los coches donde nos encontramos, en la famosa torre del reloj, con una amiga de José: Heidi y su amigo. Entre muchas sonrisas nos presentamos y continuamos con la noche mágica hacia otra zona que me enamoró: el barrio Getsemaní. Una zona bohemia donde se congregaban diferentes culturas, personas y razas en una comunión de fiesta y cerveza.
Al lado de la plaza de la Trinidad cenamos unas pizzas que las fueron a buscar a la misma Italia y de allí nos sentamos en la plaza para tomar cerveza y vivir de cerca la noche de halloween cartagenera. Una noche que me recordó más a la noche sexy sacada de películas exóticas. Chicas vestidas con los atuendos vendidos en tiendas exóticas como monjas sexis, cat woman, entre otras, que realmente quitaban el hipo. También pudimos quitarnos esa imagen tan sexy para ver a Shakiro, el gordito, bailar a ritmo de la original Shakira. Todo un espectáculo.
Otro de los aspectos que me dejó atónito fue ver a las niñas, que jugaban en la plaza, bailar como auténticas profesionales moviéndose como nunca antes había visto. Algo que me hipnotizó y pude grabar, dejándolo para siempre en la memoria de la cámara.
Finalmente, para rematar la noche, dimos vueltas buscando bancos y como notas que van formando una melodía armoniosa y animada por el halloween veíamos gente disfrazada de lo más interesante y divertida con lo que se puede decir que sí, que pasé mucho miedo.
Etiqueta: La vuelta al mundo
31 / 10 / 15