En mi último día de visita por Istanbul me he podido recrear paseando por esta bellísima ciudad, cruzar el puente que une los dos continentes por tierra y tomar otro espléndido desayuno y comida.
Istanbul es un antes y un después en mi viaje. La unión de un continente con el otro en perfecta armonía. Una ciudad multicultural que me ha tratado genial, dándome la posibilidad de tomar un respiro después de mi meteórica entrada en bicicleta.
Sobretodo tengo palabras de agradecimiento para su gente y por encima de todos, Eyup, mi vasero, mi guía, buen chico y ahora mi amigo, con el que he tenido la suerte de compartir esta ciudad en mi vuelta al mundo.
Como conclusiones, diría que Istanbul es una ciudad que despierta todos los sentidos del cuerpo humano. Los suaves aromas de diferentes comidas y especias recrean el olfato. El gusto por las delicias culinarias de Turquía e Istanbul que en cada paso encuentras en diferentes tipos de restaurantes alimentan las ganas de saborear todo tipo de platos típicos. El tacto también tiene una parte importante de placer cuando podemos sentir bajo los pies el terciopelo que cubre grandes superficies de las mezquitas y demás interiores de sus monumentos. Los oídos son a veces confortados y a veces maltratados. Confortados por la música que se respira en cada rincón cuando alguien toca un sitar y maltratados por el tráfico brutal y los altavoces de las mezquitas con sus interminables rezos. Finalmente la vista es la que más sale beneficiada de esta ciudad y no creo que haga falta decir el motivo; ya que las imágenes que capto con la cámara hablan por si solas.